jueves, 29 de mayo de 2014

Pasos para cerrar un ciclo

Todavía recuerdo ese día como si fuera ayer... cuando el médico salió de la sala de cirugía y nos dijo que Gabriel había perdido su ojo derecho, no hice más que llorar, estaba molesta, confundida, profundamente triste y decepcionada de todo, de todo lo que había hecho para lograr que lo operaran, de todo lo que no había hecho, de todo lo que no podía cambiar... Él estaba ahí, no puedo expresar qué tan triste o afectado, pero seguramente no se sentía bien, también era su hijo el que pasaba por eso; lo único que recuerdo es que en ese momento me pidió que nos casáramos y claro, todavía no sé para que servía esa petición ante tal situación, lo cierto es que no nos casamos, por fortuna.

Más tarde, cuando recibimos a Gabriel, que estaba adolorido y que a su corta edad seguramente no entendía lo que estaba pasando, él se puso a llorar, creo que nunca antes lo vi llorar de esa manera, era un hombre destrozado... entonces, con mi bebé en recuperación después de una larga cirugía y su padre envuelto en llanto, yo no tenía de otra, no podría sentarme a llorar con ellos, alguien debía asirse de un tronco para que no naufragáramos los tres. Tuve que encontrar fuerzas en donde no tenía porque lo que vendría sería largo y complicado.

Él se fue y yo me quedé en el hospital con mi hijo. Creo que de algún modo ese día era su partida, no sólo del hospital sino de nuestras vidas. Después de eso hubo buenos momentos y otros no tan buenos, pero él ya no iba a estar con nosotros. No sé cómo explicarlo, pero desde ese día él se marchó, le puso otro rumbo a su vida y, aunque algunas veces fue al hospital y a casa, sus prioridades cambiaron de un modo definitivo.

Eso fue cuando Gabriel tenía un poco más de año y medio. Hoy mi hijo se acerca a sus nueve años y de manera general he de decir que ha crecido sin su padre. sabe quien es, lo conoce y sin duda lo ama. No sé qué sienta sobre su ausencia y como muchas madres solteras, nunca sabré si las cosas son mejores así o si debo hacer algo para que el padre de mi hijo haga presencia en su vida. Pero más allá de eso, tengo una convicción, aunque mi hijo no es perfecto, es grandioso, es un niño inteligente, tierno y simpático, con muchas capacidades para aprender y mucho para dar y eso es algo que quisiera compartir no sólo con su padre, sino con todas las personas que nos han conocido.

Es curioso porque yo no era de esas mujeres que pensaba que su mayor realización personal era ser madre, pero Gabriel le ha dado a mi vida tantas cosas maravillosas que hoy no me imagino el mundo sin su existencia, sin su sonrisa, sin sus abrazos, sin sus sueños y sin sus preguntas. Creo que hasta ahora hemos logrado algo básico y es que somos felices, mi hijo y yo vivimos con tranquilidad, entre las carencias y las abundancias que da la vida, vamos adelante y aunque todavía lamento que él se haya ido, entiendo que así debieron ser las cosas, incluso para que yo pudiera saber que podía sacar adelante a mi hijo sola y por qué no decirlo, para que mi pequeño comprenda todo lo que puede lograr una mujer.


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