martes, 21 de mayo de 2013

Soledad (II)



Creo que ya fue más que suficiente, ya han sido bastantes lágrimas por el dolor y la rabia por lo que no fue o por lo que salió mal, ahora es el momento de retomar la vida, basta ya de lamentarme por haber aceptado tantas cosas y por no resolver otras. 

Claro, diez años de vivencias no se olvidan de un día para otro, de hecho, siendo honesta no creo que lo que necesite sea olvidar; al contrario; creo que hay muchos recuerdos que deben permanecer en mi mente, unos que valen la pena porque fueron momentos felices, otros porque al olvidarlos se pueden repetir. Mas  ahora he decidido que no me puedo quedar en los recuerdos, tengo que vivir, quiero seguir adelante, reconstruir el camino, volver a querer desde lo fundamental que es quererme, valorarme y confiar en quien soy.

No obstante, hoy sé que querer a alguien de nuevo o compartir mi vida con otro ser, no significa llenar un vacío sino compartir la riqueza que hay en mi soledad, explorar el mundo que implica conocer a alguien más, aprender, ser de nuevo con todo lo que ello conlleva.

Si, puede que otra vez lastime y me lastimen, puede que no salga tan bien o que sea maravilloso, puede que vuelva a reír y a llorar, mucho o poco, puede que dure mucho o no dure nada, puede que encuentre un simple amigo o una gran pareja, puede que resulte o que no y en todo caso valdrá la pena, porque he ahí el sentido de la vida, en vivirla con todo lo que trae. 

En definitiva, la vida sólo tiene sentido en la medida en que nos reta, nos exige resolver problemas, esforzarnos y crear, aunque las cosas no siempre sucedan como esperamos el sentido de nuestra existencia está en ella misma y en todas las experiencias que ello implica. 

Finalmente puede que afuera no haya nadie a quien se le pueda llamar pareja y aún así valdrá la pena intentarlo, porque tras esa posibilidad también esta la vida y por ende, la experiencia que nos permite descubrir en los otros y en nuestro entorno, las oportunidades para ser y crecer y de ese modo darle sentido a nuestro corto paso por el mundo. 




martes, 30 de abril de 2013

Soledad (I)


Invertimos tantos esfuerzos buscando a otros que corremos el riesgo de perdernos en el intento

En nuestro idioma, y quizá en todos, hay un montón de palabras que además de su significado literal, tienen una carga de valor profunda y muchas veces nefasta; son palabras que al pronunciarse parecen el monstruos dentro de las frases. Algo así con la palabra soledad, cuando se nombra en una oración, en un poema o en una descripción, parece que se hablara de algo terrible, que no debe ser. Por supuesto, ello genera estereotipos, prejuicios y miedos. Se nos ha dado a pensar, por ejemplo, que quien vive mucho tiempo solo se convertirá en un ser huraño y malvado.

Vivimos en un ambiente que de múltiples maneras nos incita a combatir la soledad, a llenar ese aparente vacío que hay tras el hecho de estar solos, un vacío que debemos colmar de personas, animales, objetos, divinidades y espejismos. Entonces, para muchos de nosotros la necesidad de combatir la soledad se convierte en desesperación y terminamos aceptando compartir nuestros espacios con gente que en realidad no nos valora o aprecia lo suficiente, tan sólo por evitar seguir solos.

Yo pasé más de diez años intentando compartir mis espacios con alguien. Es curioso porque ahora que lo analizo con detenimiento, la mayor parte de ese tiempo él no estaba o estaba queriendo otras cosas, de manera que quisiera o no, tuve que afrontar innumerables situaciones sola y no lo lamento porque aunque las decisiones no siempre fueron las más acertadas, su ausencia, mi soledad, me ha permitido asumir mis decisiones, tomar las riendas de mi vida y escoger el camino que he considerado mejor para ella. En soledad decidí ser madre, vivir en una ciudad o en otra, estudiar, trabajar, en soledad he reído y por qué no decirlo, también he llorado y me siento afortunada de todo eso, porque sola he creado múltiples espacios para vivir y para que mi hijo viva y crezca, para que crezcan mis ideas, mis alegrías, mis esperanzas, mis pensamientos.

Es por eso que hoy sé que la soledad no merece nuestros temores, porque en ella podemos encontrarnos con nosotros mismos y esa confrontación vale la pena y la dicha. Ha ido la soledad la que me ha enseñado que ella no significa ausencia, significa creatividad y decisión, significa responsabilidad y confianza en uno mismo. La soledad es una oportunidad para saberse a sí mismo y ahora creo que sólo en ese camino se realiza uno lo suficiente para compartir con los otros, para darse al mundo íntegramente.