jueves, 17 de noviembre de 2011

Sobre la exclusión o Sólo un pedazo de lo que significa ser yo…


Creo que uno de los recuerdos que han marcado mi existencia y las decisiones que he tomado en mi vida es cuando a mis siete años una profesora de la escuela le dijo a mi mamá que ella no debería llevarme a estudiar porque yo no veía bien y no podría hacer nada bueno con mi vida… ¡qué curioso, ahora yo soy profesora de universidad!

Por cierto, mi mamá no hizo caso de las recomendaciones de aquella profesora, pero las situaciones en las que se me excluyó de diversas actividades por mi discapacidad visual o por el particular aspecto de mis anchas gafas, fueron múltiples, entre los deportes y la música, por no hablar de todos los apodos que me ponían los niños en la calle…

Eso ahora me llama mucho la atención, porque la mayor parte de la gente que veo en los escenarios en los que me desenvuelvo, tiene algún nivel de discapacidad,  muchos de ellos usan gafas por diversas circunstancias, hay quienes tienen tales problemas auditivos que deben llevar la música al máximo volumen cuando van conduciendo y un alto número de mis estudiantes y colegas son “pc dependientes”… de manera que necesitan del computador para realizar un montón de operaciones mentales que en eso que llaman la “normalidad” el cerebro estaría en capacidad de resolver.

Por supuesto que en la època del bachillerato no pasé desapercibida, esta vez la exclusión no fue por razones de discapacidad sino por algo que en esta sociedad de mercado pareciera ser un delito, yo provengo de una familia pobre, bueno, quizá no de los más pobres que uno ve en la calle rebuscándose la vida de cualquier manera, pero sí con las limitaciones económicas que pueden surgir cuando un padre intenta sacar adelante cuatro hijos con un sueldo mínimo. Entonces yo vivía, según alguna compañera del colegio, en un “barriesito”, con calles medio pavimentadas en las que juegan los niños que siempre son más de los que uno esperaría…

Y de nuevo esta historia mía y de mi familia y vecinos me lleva a otra realidad que no es nueva, sí, nosotros hemos sido una familia con dificultades económicas, una de millones en este país de pobreza extrema donde más del 60% de la población no alcanza a tener los mínimos para subsistir. Paradójicamente, he de reconocer más bien que entre todas esas personas con las que crecí en el barrio, fui privilegiada, porque llegué hasta la universidad cuando todos los demás tuvieron que abandonar sus estudios para dedicarse a trabajar para sobrevivir.

Todo esto me hace pensar que en cualquier caso mi historia es la de mucha gente, muchas mujeres que como yo han sido excluidas en el trabajo o en otros ámbitos sólo por ser mujeres. Un ejemplo de ello me ocurrió hace unos cuantos años cuando estaba a punto de vincularme a la Universidad Minutos de Dios en Girardot, pero no me contrataron porque estaba embarazada. Pero ese es sólo mi caso. Uno se encuentra hasta con artículos de revista donde literalmente se plantea que las organizaciones prefieren contratar hombres porque tienen menos compromisos familiares que atender. No sé como harán porque al final la cantidad de mujeres es mucho mayor que la de hombres, así que creo que habrás de resignarse a que no pueden seguir excluyendo a esa mayoría que generalmente resulta siendo más productiva y lamentablemente, más explotada y subvalorada.

Como lo mencioné, ahora soy profesora en una universidad donde se me contrata por cortos periodos para dictar cátedras en mi área de formación. En esta universidad somos más de mil los profesores de cátedra, dicen que somos el 85% del total de profesores vinculados y hay que decir que los profesores de planta no superan los 250.

Una vez más hago parte de la mayoría excluida. Los catedráticos somos excluidos de los procesos electorales en la universidad, somos excluidos de las discusiones de los departamentos académicos y de la toma de decisiones. Otra paradoja: como somos la mayoría, los catedráticos hacemos la universidad, somos los que concretamos o transformamos el currículo que ostentan haber diseñado los profesores de planta (aunque a veces tampoco lo diseñen ellos) y como muchos también trabajamos fuera de la universidad, también la representamos afuera.

En este mundo de paradojas, donde las minorías excluyen a la mayoría, unas minorías con algo de poder, a veces falaz, otras no tanto, creo que me ha ido tan bien que tengo el deber de decir lo siguiente: primero, pareciera que la exclusión, sobre todo aquella que se fundamenta en la opresión del otro, no debiera ser admisible en ningún caso, pero también es una paradoja que ser parte de tantas mayorías excluidas me haya permitido aprender tantas cosas, crecer como ser humanos y a la vez me haya generado inmensas tristezas.

Además, analizar hoy estas circunstancias me genera un enorme compromiso. Se trata de que si a pesar de todas esas situaciones que parecen contradictorias he podido salir adelante, si he alcanzado algún tipo de progreso, tengo el deber de velar porque los demás, quienes han compartido conmigo el hecho de ser excluidos por su discapacidad, por su género o por su condición social, también crezcan, también progresen, también tengan una vida mejor, porque eso lo merecemos todos y no sólo unas minorías. 

Finalmente, si es un hecho que quienes excluyen son una minoría ¿por qué quienes somos mayoría les concedemos el poder para que lo hagan?

lunes, 7 de noviembre de 2011

ESTE LAPIZ ES DE TODOS

Video realizado por estudiantes de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad del Tolima sobre la reforma a la Ley 30 de educación Superior.